En cualquier otra etapa de nuestras vidas, seguramente no pasaría de una anécdota más o menos molesta, pero con la que está cayendo desde que el Gobierno tramitó la nueva ley del aborto hay episodios que llaman bastante la atención. Eso a un mero espectador. Al protagonista le debió indignar hasta moderse todo lo mordible por no mandar a un país tela de lejano al funcionario de turno, que a fin de cuentas hace lo que le dicen que haga pero es el que da la cara...
El tema es que en plena resaca por el título mundialista, un señor trasladó toda su alegría no futbolística al Registro civil para inscribir a un nieto. En su caso, el segundo. Con todo listo para que Fernando estuviera plenamente legalizado con sus casi cuatro kilos y medio (que se dice pronto), ocurre lo siguiente:
El crío había nacido en un hospital sevillano a las 14:45 del lunes 12 de julio. Al día siguiente, martes 13, ya con los fastos mundialistas totalmente cubiertos, se le explica que la inscripción en el Registro civil no puede realizarse porque no se han cubierto las 24 horas de margen que establece la ley. El feliz abuelo no fue precisamente por la mañana temprano, pero la oficina cerraba a las 14:00 y a esa hora, según marca la normativa y según le explicó el funcionariado, Fernando era todavía "un feto". No salía de su asombro. "¿Será por martes y 13?", se dijo.
De verdad que no es mi intención polemizar sobre un tema tan delicado como la ley del aborto porque no es de mi especialidad y parece imposible disponer textos legales consensuados en asuntos como este. Sí parece chocante, y desde luego un disgusto totalmente innecesario, un episodio que denota una falta de sensibilidad extraordinaria. Para el abuelo, me refiero. No sé cuál sería mi reacción, pero con toda la educación del mundo lo más cerca que mandaría al currito que pone su avergonzada cara a normativas de este perfil sería al mismísimo carajo.
Algunos seguimos siendo unos fetos de 27 años. De todas formas, lo del 'buenismo' de la administración con los eufemismo -si se puede explicar esta surrealista situación con algún concepto lingüístico- es de risa. De ser este abuelo, indignadísimo de primeras, hubiera sido todo lo sarcástico del mundo y habría espetado al funcionario: "este de aquí que tengo entre mis brazos ha trabajado más para salir del vientre de su madre que tú en todo lo que llevas de vida profesional".
ResponderEliminarMas que por la ley del aborto , es por el Codigo Civil, ya que para ser "persona " y poder inscribirse como tal se ha de tener " forma humana y desprendimiento del claustro materno al menos 24 horas" con lo cual el funcionario de turno tenia razon. Como suele pasar alguna vez, las formas lo pierden.
ResponderEliminarLlegará el día en que no seamos personas hasta que cumplamos 30 años o algo así. La clasificación y la catalogación están de moda desde hace tiempo. Como si los humanos fuéramos parte de un sistema informático, nada más.
ResponderEliminarSi el funcionario no llega a tener razón con el Código Civil en la mano igual estaríamos hablando de un altercado. El espíritu de la norma no puede ser tan bajuno de provocar el 'vuelva usted mañana' porque en tres cuartos de hora el funcionario ya estará almozando en casita...
ResponderEliminarTotalmente de acuerdo en que seres humanos bien creciditos a veces se quedan en seres. En todos los ámbitos.