La maniobra, lógica, del PSOE de nombrar candidato a la alcaldía de Sevilla a Juan Espadas con un año de antelación, con Monteseirín aún en el sillón y con el pactado silencio de centenares de municipios por todo el país que pedían también poder preparar la cita electoral desde ya y no a partir del otoño, ha permitido que el azote socialista de los últimos cuatro años en la capital andaluza, Juan Ignacio Zoido, se quede sin enemigo visible. Cuatro años hostigando al todavía alcalde y en la recta final, cuando se va a decidir todo, el enemigo ya es ficticio. Le puede ser zurrando todo lo que quiera, pero no va a ser el rival, ni él ni su delfín Celis, así que toca reorientar toda la estrategia y, en este caso, sí va a esperar.
Zoido va a aguantar hasta después del verano para comenzar la recta final de su carrera hasta la alcaldía. Creen en el PP, con cierto fundamento, que tienen una oportunidad histórica. Necesitan mayoría absoluta salvo que aparezcan nuevos actores como UPyD (algo menos probable a nivel municipal por el escaso conocimiento que genera respecto al éxito de Rosa Díez entrando en el Congreso), pues al PA no lo contempla nadie a estas alturas.
Septiembre será el momento en el que se reorientará toda la estrategia, o al menos cobrará forma. Ya no vale seguir golpeando al alcalde si el candidato rival llega con un índice de desconocimiento muy pequeño pero con su hoja de servicios inmaculada. Hasta entonces, todo irá encaminado a desgastar al PSOE como partido y como equipo de gobierno. A partir de ese momento, esos dos factores tendrán un peso esencial en la carrera de Zoido: ¿dar relevancia a su poco conocido rival o permitir que llegue a las urnas con la camisa planchada? De momento, una pincelada para empezar.
Vídeo del pasado mes de noviembre, cuando Zoido pedía a Monteseirín que abandonara si se rompía su pacto con Torrijos.
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