martes, 1 de junio de 2010

La introspección de Mourinho

Mourinho es distinto. Es una obviedad que a estas alturas a nadie debe sorprender. No ha inventado la rueda, ni el fuego, pero cuando el gentleman Guardiola termina por prescindir de Eto'o por no conseguir de él lo que sí ha conseguido Mourinho, se abre una nueva dimensión. Cuando exprime a gente que gana millones de euros al año y en lugar de sentirse aliviados cuando se va, se deshacen en elogios (vale, Ibrahimovic le detesta), ojo que algo pasa.

De entrada, Mourinho es el único técnico del mundo (o casi) al que se le 'perdona' que empiece a trabajar para su futuro club mientras se está jugando medio siglo de historia (y de desdichas) con quien le paga. Cuentan que daba indicaciones a los trabajadores de Valdebebas sobre cómo quería según qué cosas mientras el Inter preparaba allí la final de la Liga de Campeones.

Comedido, templado, segurísimo. Mourinho habló en cuatro idiomas y subrayó una y otra vez su idea, casi sin que se notara: el éxito es cosa suya, no de los jugadores. Los jugadores fracasan un año y al siguiente, con él, triunfan. Y viceversa. Y se puede defender bien atacando mucho porque él es un gran entrenador. Y lo importante no son los jugadores, ni el entrenador, es el club, pero el protagonismo en el club es para él. Incluso cuando se va: El Inter puede ganar otros tres títulos gracias a él. En el fondo, es al revés. Si se le escapa alguno será porque ya no está. Trabaja, trabaja mucho, y puede incluso que haya alguien que trabaje más que él. "Pero peor". Convence a la estrella de que en realidad es un gregario (Eto'o). Quien consigue eso es la verdadera estrella. Es Mourinho.

Ni un pero a sus logros, a sus éxitos, a sus métodos. Excelente en su reacción sobre Raúl, sobre el Barcelona, sobre la Liga de Campeones (dato objetivo: el Madrid no será cabeza de serie pero quien debe estar preocupado por ello es el conjunto de cabezas de serie: alguno se cruzará con el Madrid), sobre su capacidad de persuasión, de captar la atención, de liberar a los jugadores de presión. Enseña el equilibrio entre todos los elementos que componen la base del éxito en algo tan complejo como el fútbol. Seguramente, el equilibrio más perfecto que conoció el balompié moderno. Porque, a diferencia de otros que lo lograron, el Inter de Mourinho no era, de ninguna manera, el equipo más potente de Europa. Estaba entre los más destacados, pero le faltaban cosas. Todas las suplió Mourinho con su peculiar dictado. No había más que mirar el banquillo del Inter en la final del Bernabéu: Ballotelli era lo más parecido a un delantero. No había mucho más que un once inicial estupendo. Pero pareció mucho más. Es Mourinho.

45 minutos de preguntas y no se salió del estrecho carril por el que se movió desde el principio. El sueño, la historia, el reto, Raúl, nada del pasado, trabajo-trabajo-trabajo, respeto, responsabilidad, mentalidad... Todo un tratado de principios en el que se mueve con toda comodidad. Salió al paso con Pellegrini, salió al paso con Valdano, salió al paso con el Barcelona, salió al paso con su pasado... sólo se descarrió cuando le traicionó no se sabe muy bien qué y se quedó en Madrid en lugar de volver a Milán para celebrar la Copa de Europa con el Inter. Respondió a una periodista de El País con un par de exabruptos y en paz. Total, salvo a la interista Eleonora Giovio (la sacrílega autora de la pregunta) y a tres o cuatro más (a mí por ejemplo) a nadie importa si Mourinho hizo o dejó de hacer en el Inter. Sólo importa el Madrid. Me viene a la cabeza un titular por la eliminación del Barça ante el Inter: Cibeles, duerme tranquila. Asombroso.

Qué razón tenía Butragueño con eso de "Florentino es un ser superior". Mira que se rieron de él, toda una leyenda del fútbol español, pero algo de eso debe haber cuando se hace su voluntad y todo el mundo amén. Ahora llega su profeta. Mucho menos visual –nada de presentaciones casposas, ni de chepadas coyunturales, nada de Di Stefano, nada del pasado–, de entrada ha conseguido que Valdano reniegue de su credo para comerse el sapo de presentar a un tipo que representa todo aquello de lo que el menottista ha renegado años y años. Despedir a Menotti para fichar a Bilardo. ¡Qué ordinariez! Pero Mourinho va en esa línea del ser superior. Está por encima del bien y del mal. Como Florentino. Ya tienen otra cosa en común además del mal perder y la obligación de ganar. Y con cierto M-edio a favor después de que aniquilara a Pellegrini, convertido en altavoz presidencial, algo de margen tendrá para imponer sus formas. Quizás no dos años, como pide, pero el crédito es tan alto que se irá gratis cuando quiera.

(Publicado en diariodesevilla.es el 31 de mayo de 2010)

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