Mourinho es distinto. Es una obviedad que a estas alturas a nadie debe  sorprender. No ha inventado la rueda, ni el fuego, pero cuando el  gentleman Guardiola termina por prescindir de Eto'o por no conseguir de  él lo que sí ha conseguido Mourinho, se abre una nueva dimensión. Cuando  exprime a gente que gana millones de euros al año y en lugar de  sentirse aliviados cuando se va, se deshacen en elogios (vale,  Ibrahimovic le detesta), ojo que algo pasa.
De entrada, Mourinho  es el único técnico del mundo (o casi) al que se le 'perdona' que  empiece a trabajar para su futuro club mientras se está jugando medio  siglo de historia (y de desdichas) con quien le paga. Cuentan que daba  indicaciones a los trabajadores de Valdebebas sobre cómo quería según  qué cosas mientras el Inter preparaba allí la final de la Liga de  Campeones.
Comedido, templado, segurísimo. Mourinho  habló en cuatro idiomas y subrayó una y otra vez su idea, casi sin que  se notara: el éxito es cosa suya, no de los jugadores. Los  jugadores fracasan un año y al siguiente, con él, triunfan. Y viceversa.  Y se puede defender bien atacando mucho porque él es un gran  entrenador. Y lo importante no son los jugadores, ni el entrenador, es  el club, pero el protagonismo en el club es para él. Incluso cuando se  va: El Inter puede ganar otros tres títulos gracias a él. En el fondo,  es al revés. Si se le escapa alguno será porque ya no está. Trabaja,  trabaja mucho, y puede incluso que haya alguien que trabaje más que él.  "Pero peor". Convence a la estrella de que en realidad es un gregario  (Eto'o). Quien consigue eso es la verdadera estrella. Es Mourinho.
Ni  un pero a sus logros, a sus éxitos, a sus métodos. Excelente en su  reacción sobre Raúl, sobre el Barcelona, sobre la Liga de Campeones  (dato objetivo: el Madrid no será cabeza de serie pero quien debe estar  preocupado por ello es el conjunto de cabezas de serie: alguno se  cruzará con el Madrid), sobre su capacidad de persuasión, de captar la  atención, de liberar a los jugadores de presión. Enseña el equilibrio  entre todos los elementos que componen la base del éxito en algo tan  complejo como el fútbol. Seguramente, el equilibrio más perfecto que  conoció el balompié moderno. Porque, a diferencia de otros que lo  lograron, el Inter de Mourinho no era, de ninguna manera, el equipo más  potente de Europa. Estaba entre los más destacados, pero le faltaban  cosas. Todas las suplió Mourinho con su peculiar dictado. No había más  que mirar el banquillo del Inter en la final del Bernabéu: Ballotelli  era lo más parecido a un delantero. No había mucho más que un once  inicial estupendo. Pero pareció mucho más. Es Mourinho.
45  minutos de preguntas y no se salió del estrecho carril por el  que se movió desde el principio. El sueño, la historia, el reto, Raúl,  nada del pasado, trabajo-trabajo-trabajo, respeto, responsabilidad,  mentalidad... Todo un tratado de principios en el que se mueve con toda  comodidad. Salió al paso con Pellegrini, salió al paso con Valdano,  salió al paso con el Barcelona, salió al paso con su pasado... sólo se  descarrió cuando le traicionó no se sabe muy bien qué y se quedó en  Madrid en lugar de volver a Milán para celebrar la Copa de Europa con el  Inter. Respondió a una periodista de El País con un par de exabruptos y  en paz. Total, salvo a la interista Eleonora Giovio (la sacrílega  autora de la pregunta) y a tres o cuatro más (a mí por ejemplo) a nadie  importa si Mourinho hizo o dejó de hacer en el Inter. Sólo importa el  Madrid. Me viene a la cabeza un titular por la eliminación del Barça  ante el Inter: Cibeles, duerme tranquila. Asombroso.
Qué  razón tenía Butragueño con eso de "Florentino es un ser superior". Mira  que se rieron de él, toda una leyenda del fútbol español, pero algo de  eso debe haber cuando se hace su voluntad y todo el mundo amén. Ahora  llega su profeta. Mucho menos visual –nada de  presentaciones casposas, ni de chepadas coyunturales, nada de Di  Stefano, nada del pasado–, de entrada ha conseguido que Valdano reniegue  de su credo para comerse el sapo de presentar a un tipo que representa  todo aquello de lo que el menottista ha renegado años y años. Despedir a  Menotti para fichar a Bilardo. ¡Qué ordinariez! Pero Mourinho va en esa  línea del ser superior. Está por encima del bien y del mal.  Como Florentino. Ya tienen otra cosa en común además del mal perder y la  obligación de ganar. Y con cierto M-edio a favor después de que  aniquilara a Pellegrini, convertido en altavoz presidencial, algo de  margen tendrá para imponer sus formas. Quizás no dos años, como pide,  pero el crédito es tan alto que se irá gratis cuando quiera.
(Publicado  en diariodesevilla.es  el 31 de mayo de 2010)
No hay comentarios:
Publicar un comentario