Se publicó recientemente que la Amargura ha recibido de Palacio el encargo de organizar una procesión en honor de Madre María de la Purísima con motivo de su beatificación el 19 de septiembre, desde la Catedral. Más o menos, un colofón al acto en sí a celebrar el 18 de septiembre. Recuerda esta decisión poderosamente a la que tomó el cardenal Amigo cuando incorporó a Santa Ángela de la Cruz al cortejo del Corpus (incluso capataz y cuadrilla son del palio de la Amargura). Pero no es lo mismo... Me explico.
La insólita estampa de la Macarena cruzando el Alamillo y el Parque del mismo nombre para arribar al Estadio de la Cartuja viene propiciada igualmente por Palacio, pero entiendo que el espíritu de la decisión no tiene nada que ver con Amigo Vallejo. Parece, las Hermanas de la Cruz contemplaban que fuera la Amargura la imagen que presidiera la beatificación, pues ahí reside el vínculo principal de la congregación. Ni la Hermandad de la Amargura movió nada ni las monjas tuvieron opción de ver atendidas sus preferencias.
El arzobispo decidió que fuera la Macarena y no hay más. Puede que incluso en Feria 2 respirasen aliviados por no verse en el compromiso de corresponder al dictamen de Palacio con una procesión nocturna y otra vespertina con recorridos tan llamativos, pero no deja de parecer que la elección respondiera a criterios de repercusión y de reunión de todas las sevillas cofrades. Sea como fuere, cada decisión arzobispal tiene lecturas poco gratificantes (se confirmó el apaño en Los Panaderos para salvar la imagen palaciega ante Madrid, en fin), más que nada porque destilan unas distinciones categorizadoras francamente negativas. Incluso cuando da la casualidad que las decisiones puedan complacer a los afectados (no es el caso de la Macarena, precisamente).
Nunca será un error elegir a la Macarena para el fin dispuesto, como sí lo era (por desconocimiento) intentar forzar a Triana a un desplazamiento que otras hermandades (seguramente consideradas de menor calado en Palacio) habrían acogido como un inmenso honor. A diferencia de Triana, Macarena y Amargura aceptan lo que dicte Asenjo. Por eso la Amargura responderá al encargo (Miñarro ya está ejecutando la imagen de la beata) a toda velocidad y aunque sea a costa de tragar con una categorización poco deseable. Al menos, la impresión que se percibe lejos de San Juan de la Palma va en esa dirección. Cerca, todo lo contrario. Se considera realmente que es la Macarena la que acarrea la parte menos gratificante de los actos con una procesión muy controvertida y la Amargura la que, con un traslado matinal, sin paso, saliendo de la Catedral y entrando en su iglesia y con una previsión de 400 monjas acompañando la imagen de la beata, disfrutará del componente más razonable y de mayor deleite.
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