lunes, 25 de octubre de 2010

The Mickey's Horror Picture Show



No me pesa reconocer que, a día de hoy, consumo tanta televisión infantil como deportiva. Puede que incluso algo más. Es el peaje por tener niños pequeños, que a los diez minutos de pelotita empiezan a ronear para intentar convencerte de que pongas dibujos animados. Ante este panorama, era obligado hacer un pequeño esfuerzo para llevar a mis herederos al pabellón de deportes de San Pablo a disfrutar del Mickey's Music Festival. El vídeo de arriba resume perfectamente que tuvo sus pegas, dejando al margen el precio; las suficientes para convertirse en The Mickey's Horror Picture Show. Ahí van.


La acústica era impropia de un espectáculo profesional. Entiendo que el promotor lleva el mismo equipo por toda la gira y cualquier instalación de este tipo en otra ciudad, lo puedo atestiguar porque conozco unas cuantas, tiene unas condiciones de sonido más favorables que San Pablo. No se entendía casi nada, se escuchaba tirando a bajito y resultaba verdaderamente difícil seguir las conversaciones y las canciones de los protagonistas. No nos engañemos, no se les entendía un pimiento.

El escenario es minúsculo. Pero minúsculo. Al verlo me dejó de extrañar por qué ocupaban una parte de las gradas tan reducida. Me aseguran (no he ido en otras ocasiones) que Disney On Ice no tiene nada que ver porque ocupa toda la pista, pero esta vez el foco de atención estaba bastante reducido y me temo que sólo podía ser disfrutado plenamente desde las sillas de platea. Las intenté comprar, lo juro, pero en El Corte Inglés me aseguraron que estaban agotadas para todas las sesiones. En la que yo fui (sábado, 12:00 horas), estaba libre toda la última fila. ¿Me lo explique?



La función en sí, la verdad, no es gran cosa. La Sirenita, Aladdin, Toy Story (bueno, un esperpento de salto a la comba en realidad) en versión rápida, adobada con un par de bailes de Mickey Mouse y su tropa.

Mézclese lo inadecuado de la acústica y lo reducido del escenario y te queda un espectáculo lejos de cumplir expectativas. Los niños, como no podía ser de otra forma, salen encantados. Los padres, me temo, bastante menos. Todavía me pregunto si Sevilla no tiene un escenario más adecuado para un show de este tipo. Puede que por la operatividad del montaje (los camiones estaban en el perímetro mismo del pabellón) sea un lugar adecuado, seguramente el alquiler sea hasta barato comparado con otros espacios, pero me estuve acordando del Maestranza (incluso del Auditorio) más de la mitad de la función.

Y luego, claro, está el precio. Con estas cuestiones 'colgando', entradas entre 20 y 30 euros terminan pesando. En sí mismas no son tan caras, pero no conozco un solo niño que fuera sin acompañamiento paterno: a ser posible, ambos padres. Total, ir a este espectáculo con dos niños vino a costar 80, 96 ó 120 euros, según compraras sillas de grada alta, grada baja o platea. No lo suficiente para dejar a los niños sin verlo, pero desde luego demasiado para una acústica tan deficiente.

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