Presumo de tolerante (hasta donde te dejan las circunstancias), quién no, y desde luego nunca he sido un gran aficionado a los toros. La prohibición del Parlament me recuerda la extraordinaria frase que Andrés Calamaro descerrajó en Buenafuente a cuenta de los antitaurinos: Será que piensan que los cerdos que comen se mueren de la risa.