jueves, 9 de abril de 2015

La Semana Santa y la gran sentada



Dudando mucho, pero mucho, de la conveniencia de hacer un resumen de esta Semana Santa 2015, allá vamos con el máximo respeto y la voluntad de mejorar un evento que en algunos aspectos camina a la deriva y que requiere mucho más que una reflexión profunda: urge lo que Luis Aragonés denominó como "la gran sentada del fútbol español" pero para las cofradías sevillanas. Y ya sabemos qué pasó después de que el entonces seleccionador pusiera las cartas sobre la mesa. Las cofradías siguen enrocadas y el público, por muy soberano que sea, no va a ser más justo o sabio así de repente.

Mirando con perspectiva, este año prefiero ser indulgente con las imágenes de nazarenos y otros miembros de los cortejos en situación, digamos, desaconsejable. No ha sido un año corriente. Ojalá fuera lo normal que pudieran completar sus recorridos todas las hermandades, pero no es así como tampoco lo son las temperaturas registradas sobre todo entre el Domingo de Ramos y el Miércoles Santo, canícula pura que convertía en heroicidad el normal discurrir de los tramos. Por eso, y porque hay situaciones de fondo que requieren mayor atención, vamos a dejar pasar por esta vez las fotos de nazarenos repostando de cualquier manera. Ojo, subrayo de cualquier manera, pues penitentes (sobre todo menores) con bocadillo envuelto en papel albal y lata de coca-cola sentados en el entorno de la Catedral eran de lo más habitual en los años 80. No pasaba nada ni nadie se escandalizaba. Cervecear en veladores con la túnica puesta ya es otra cosa...

No seré yo el que cuestione al calor como responsable de los retrasos, de 45 minutos en varias jornadas desde bien temprano, pero recordé lo que decía el concejal Serrano en Cuaresma: "El chicle se podrá estirar hasta que quieran las hermandades. Los que no podemos hacer es que una hermandad salga a las 9 de la mañana o se recoja a las 4 de la mañana. Se puede estirar hasta que el sentido común lo permita". El sentido común.

Vamos pues al tema: la Semana Santa de Sevilla está al límite de su capacidad operativa. Quien no quiera verlo, que se atenga a las consecuencias. Jornadas maratonianas, cortejos interminables, vías de evacuación insuficientes y por momentos/jornadas directamente imposibles y un pulso que se me antoja incomprensible y dañino entre las propias cofradías, incapaces de acordar la menor modificación en pos del bien común. Me decía un amigo que recordaba con horror la entrada de su Lanzada a las 5.45 de la mañana. Dulce Nombre (4:20) y Candelaria (4:35) han marcado altísimas horas, aunque cierto es que similares a años no tan lejanos.

Tiene bemoles que un acontecimiento de esta naturaleza (en gran parte fiesta popular, sí, pero con un marcado carácter piadoso) ofrezca la peor versión de nosotros mismos. Gente muy mal educada, tirando a asilvestrada, y hermandades en manos de cofrades bienintencionados que no le hacen ningún bien a esto. Reestructuraciones abortadas por intereses particulares (y no hablo sólo de la Madrugada) implican un escaso cariño a la Semana Santa de Sevilla y una escasez de miras preocupante. Todo por el prime-time de las cofradías, por el orden en el día, por pasar por una calle o por vaya usted a saber qué. Inmovilismo a raudales en una Semana Mayor condenada al fracaso por sus propios miembros. Mira qué bien.

Después de todo hay que agradecer a la divinidad o a la peculiar gestión del hermano mayor de la Macarena que el Gran Poder no pasara por Francos-Salvador-Cuna. La tensión vivida con los nazarenos del Silencio arrollados por el nerviosismo del público podría haber adquirido tintes dramáticos, del mismo modo que hay que agradecer a la providencia y a todo lo que quieran que las tremendas imágenes de los nazarenos de la Macarena en Cuna, apiñados de manera irresponsable, no terminaran de la peor manera. Quizás la cofradía no aflojó el paso a pesar del cambio de recorrido y se comprimió demasiado con Los Gitanos en la Campana. Peligrosísimo en cualquier caso.



A la Madrugada la ha definido brillantemente Carlos Navarro (Nochevieja con pasos, inhóspita y bravucona), pero esto ya había pasado antes, como gente que ya vivió los 80 se ha encargado de recordar. El Gran Poder dejó de pasar por la Gavidia en su recorrido de ida y hoy, con ese lunar totalmente resuelto, sigue sin hacerlo. Las sillitas, siendo un problema, se antojan como un enorme árbol que no deja ver un gigantesco bosque. Botellón diario, sí, diario, en algunas zonas del centro. Vale que se sea más permisivo con el tema del alcohol en la calle pero parece bien sencillo dispersar un botellón en Semana Santa. Dos personas acabaron en el río en la Madrugada tras una pelea en un bar junto al Puente de Triana (alucinante se mire como se mire). El remate, la marabunta en Orfila-Lasso de la Vega, que dejado en muy mal lugar a la administración local y a los mandos policiales. Diego Geniz lo ha relatado desde dentro con verdadera maestría. La de gente corriente que ya no va a ver la Madrugá porque no se fían...

 Entre el máximo esplendor de una Semana Santa completa y el regusto amargo de la noche más frágil (atinadísima apreciación de Juan Parejo) hay un paso corto. Valoremos también lo bueno que nos ha dejado la semana, calor y niñatos al margen. La música ha estado francamente moderada, y en algunos casos sensacional. Fui muy receptivo a la primera revolución de Cigarreras pero convendría distinguir entre composiciones musicalmente correctas, buenas o como queramos considerar, y piezas adecuadas para los pasos. Hay cuadrillas que se pierden entre ciertos remolinos de viento. Me encanta Esencia. Cada día más. Me recuerda a la Semana Santa que conocí de niño. Y cada año son más los cofrades, digamos, antiguos que se acercan a ver el tramo final del recorrido del misterio de las Siete Palabras. Pero entre Esencia y el vendaval hay puntos intermedios maravillosos. Este año han predominado, sin duda. Muy bien el Sol, por ejemplo. Muy equilibrado. En los palios, otro tanto dentro de la brillantez general, una cosa es la calidad de la pieza y otra su conveniencia para el paso. Las bandas de palio me han gustado en general, en particular la banda de las Cigarreras.

Hay algunos detalles que prefiero dejar al margen. Todos los años hay. Oye, ¿ha dicho algo el Consejo sobre la Madrugá? Para qué, ¿no?

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