viernes, 29 de abril de 2011

La superboda: Kate o Catalina ¿Traducimos o no traducimos?

Lo reconozco. Me interesa poco, muy poco, la supermegaboda de nuestra vida que a fin de cuentas es en Londres y nos afecta menos que nada. Que sí, que ya, que es la casa real por excelencia y todo lo demás, pero este buen hombre va a ¿gobernar? otro país y desde luego va a tardar porque todavía tiene a su abuela en ejercicio y a su padre calentando banquillo desde hace décadas.

Lo que más me ha llamado la atención, además del desmesurado despliegue de medios y que haya 600.000 turistas en Londres con la expresa intención de ver la boda (lo de ver es un decir), es que la futura (salvo que se divorcie o pase algo raro algún día lo será) reina consorte británica es que no le traducimos el nombre. Vaya.




Kate Middleton es Kate Middleton. Al menos hasta ahora. Desde ya va a tener un montón de títulos que pocos recordarán dentro de algunos días. Al resto, al menos a los miembros propios de la familia real, les traducimos el nombre por reminiscencias de otras épocas, pero la reina Isabel, el príncipe Carlos y sus hermanos Margarita, Andrés y Eduardo, los principitos Guillermo y Enrique, etc, etc, etc, se llaman Elizabeth, Charles, Margaret, Andrew, Edward, William, Harry y así. Bueno, Harry igual ha sido siempre Harry.

Kate es Kate. Encima es un diminutivo. ¿Imaginan que Felipe se casa con Leti? No quiero ni pensar qué habría dicho Peñafiel. Kate es Katherine. Catalina, vamos. Debe ser que no nos convence la traducción, porque además Kate sería algo así como Cata, igual que la Amaya Salamanca de Sin tetas no hay paraíso. Buf... Largo lo fiamos, ¿no? Fino lo que es fino, pues parece que no. Pues nos quedamos con Kate y andando.

La suerte que vamos a tener, o que van a tener los que han decidido que Kate siga siendo Kate (si es que lo ha decidido alguien), es que la familia política de la realeza británica, al menos la reciente, era de traducción innecesaria: Diana Spencer, Camilla Parker, Sarah Ferguson. Con todas hubo jaleo. Un caso intermedio es Sophie Rhys-Jones, la mujer del príncipe Eduardo. El único matrimonio de su generación que, de momento, ha ido sin sobresaltos. Entre Sophie (léase Sofí) y Sofía hay una diferencia relativa. Y además entraba en 'competencia' con la reina de España. A ver si no traduciendo es verdad eso de fueron felices y comieron perdices.

PD: Ya es mala leche que salga la EPA con 4,9 millones de parados y subiendo el día en el que todos tiran la casa por la ventana para retransmitir la boda del príncipe Guillermo. Asombroso lo de El Mundo, azote donde los haya del gobierno ZP: una EPA demencial ninguneada por una boda en el extranjero. ¿Ven como nos debe interesar menos que nada?

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